El tigre y la rana
Cuenta la leyenda que cuando el mundo era joven todos los animales entendían las lenguas de los demás. Un día, un tigre llamado Tsuden, que llevaba varios días sin comer y estaba hambriento, salió a buscar alimento. Mientras se arrastraba silenciosamente a lo largo de los bancos de un arroyo, una rana lo vio y se asustó mucho pensando que la comería, así que se subió a un montoncito de césped para estar más alta.
Cuando el tigre se acercó, le dijo en voz alta: “¿Dónde vas, tigre?”
El tigre respondió: “Voy al bosque a cazar algo para comer. Llevo días sin comer y estoy muy débil y hambriento. Supongo que te comeré a ti. Eres lo único que he encontrado y tendré que comerte aunque seas pequeño.
La rana trató de inflar su pecho lo más que pudo, y dijo: “Eso es porque no sabes quién soy. Soy el rey de las ranas y puedo hacer cosas increíbles, todas las que me proponga. Por ejemplo, ¿ves ese río de ahí? ¡Podría cruzarlo de un salto!”
El tigre respondió: “Muy bien”, y cuando se agachó ya listo para saltar, la rana sujetó con la boca la punta de la cola del tigre para llegar al otro lado gracias a la fuerza de éste. Cuando Tsuden llegó a la otra orilla se dio la vuelta y buscó a la rana. Pero al girar la rana le soltó la cola y le dijo “¿Qué estás buscando, viejo tigre?”
El tigre se sorprendió al ver a la rana detrás de él.
Entonces, la rana dijo: “¿Ves? Puedo hacer cualquier cosa que me proponga, ¿quieres probar otra?. Vomitemos los dos”.
El tigre, que no había comido nada en días, no pudo echar absolutamente nada, pero la rana escupió una bola de pelos de tigre.
El tigre, estupefacto, preguntó: “¿Cómo has hecho eso?
La rana respondió: “Oh, ayer maté un tigre y me lo comí, y éstos son sólo algunos pelos que no he podido digerir”.
El tigre se quedó aterrado y, pensando que la rana podría devorarlo, salió huyendo despavorido.
En el camino se encontró con un zorro que bajaba la cuesta y éste le preguntó: “¿Por qué corres tan asustado?”
“¡No lo vas a creer!,” dijo el tigre, “me encontré con el rey de las ranas, y es terrorífico.
El zorro se burló: “¿Huyes de una minúscula ranita? Yo soy sólo un pequeño zorro, pero podría matarla de un pisotón”.
El tigre respondió: “He visto lo que puede hacer esta rana, y si piensas que la puedes matar, yo iré contigo. Pero, como creo que te dará miedo y querrás salir corriendo, ataremos nuestras colas para que eso no ocurra y me dejes solo”.
Ambos animales ataron sus colas y bajaron la cuesta para ver a la rana, que volvió a subirse al montoncito de césped para parecer importante. Cuando los vio venir, le gritó al zorro: “Eres un gran zorro. Aún no has pagado tu peaje al rey hoy ni has traído carne. ¿Es un perro eso que tienes atado a tu cola, y me lo traes para la cena?”
Al oír esto el tigre se asustó porque pensó que el zorro le estaba tendiendo una trampa para entregarlo al rey de las ranas y que éste lo devorase, así que se dio la vuelta y corrió tan rápido como pudo, arrastrando al pobre zorro con él. Tanto corrieron que a día de hoy todavía no se sabe nada de ellos. Se dice que si no han muerto aún estarán corriendo.